Basta con acercarse a Saint-Clair para darse cuenta de lo poderosa que fue en su día la Iglesia. El imponente tamaño de la iglesia refleja la reputación del pueblo desde el siglo IV. Es cierto que la peregrinación a las aguas de Aler ya no existe, y que son pocos los que acuden a adorar la estatuilla de Saint-Clair alojada en la encantadora capilla o a recoger agua de la fuente milagrosa; pero el lugar, cargado de historia religiosa, no puede dejar indiferente a nadie. La parroquia albergó varias comunidades religiosas, entre ellas los monjes cistercienses de la abadía de Le Pin. Eran propietarios de la granja señorial de Les Auberts, que conserva un palomar octogonal del siglo XV con cerca de 1.600 boulins.
La parroquia de Les Auberts, en el centro de la ciudad, es una de las más antiguas de Francia.